jueves, 15 de abril de 2010

Valparaíso: una ciudad post-it-city



Valparaíso y las ciudades post- it- city.
Valparaíso and the city post-it-city.

Víctor SILVA ECHETO.
Universidad de Playa Ancha.



A Luana y a sus imaginarias ciudades que le queda por vivir.



El cruzar fronteras y la conmoción que esto me producía, me facilitaba la comprensión inmediata de la esencia de la nación a la que llegaba. Entraba menos dentro de un país que dentro de una imagen.
Jean Genet: Diario de un ladrón.





1. Introducción.
La exposición itinerante “ciudades post-it-city”, léase post (prefijo recurrente en esta época postmoderna, postestructuralista, postmarxita y postmetafísica), pero, también, post- it (esas pequeñas hojas de papel autoadhesivo que señalan lugares y recuerdan cosas), implica una forma nómada, itinerante, desterritorializada, de visualizar, en épocas visuales, las postciudades. Barcelona, São Paulo, Santiago, París, Bombay, Montevideo y Buenos Aires, entre otras, se desprenden de las maquetas y encuentran en diversas formas de habitabilidad un nuevo espacio heterotópico de (des)encuentro.
La exposición itinerante post- it- city, ciudades ocasionales, que estuvo en Santiago (Chile) entre el 11 de junio y el 9 de agosto, exploraba las oc(k)upaciones (con c y con k) temporales del espacio que, pese a los anuncios de la convocatoria, se resisten a ser llamados públicos . Son espacios caracterizados por la heterotopía, la paralegalidad, la extensión de lo visual como registro efímero de formas y superficies sin profundidad. Son los espacios intersticiales y la liminalidad que pone en entredicho la lógica del límite y de la frontera territorial. En Santiago (Chile) se expusieron registros de casos de ciudades de cuatro continentes. Entre otras, figuraban, Tel Aviv, Buenos Aires, Montevideo, Hanoi, Santiago (Chile), Bolonia, São Paulo y Barcelona.
La exposición se presentó por primera vez en Barcelona. Ésta es una de las urbes que tenía mayor presencia en la muestra. En Santiago (Chile) tuvo una curatoría especial, a cargo de Pablo Brugnoni, donde se incorporaron algunos casos que no habían estado en las muestras anteriores, dando una idea, también, de lo itinerante de la exposición. Luego de Santiago (Chile), se trasladó a São Paulo y a Buenos Aires, donde se agregaron otras postciudades ocasionales, desterritorializadas, diferenciales y diferenciadas. Es decir, las que se encontraban no eran ciudades homogéneas, idénticas a sí mismas ni relacionales, como supuestamente se caracterizaba a los no lugares sobremodernos (Augé, 1993), sino que las post-it- city son heterogéneas, micro- relacionales, diferentes y dispersas.

2. Ciudades post- it- city.
La noción de post-it- city la acuña Giovanni La Varra en 2001 y designa “un dispositivo de funcionamiento de la ciudad contemporánea que concierne a las dinámicas de la vida colectiva fuera de los canales convencionales”. La búsqueda de este tipo de ocupaciones parte, en primer lugar, de las emergencias que, en crisis o vaciamiento del espacio público como lugar de representación y referencialidad, transforman los márgenes diferenciales en un poderoso sitio de transitoriedad. Y, en segundo lugar, siguiendo a los bricoleur se optimizan los espacios más allá de sus funcionalidades concretas. Así las cosas, no es una ocupación funcionalista, armónica, sistémica del espacio, sino des- armónica, anti- sistémica y no funcional. Árboles en París donde los migrantes afganos dejan sus “casas” de bolsas negras de “residuos” andantes, helicópteros “clandestinos” cruzando el cielo de São Paulo , paramilitares combatiendo el delito en la misma megalópolis, autobuses (diablo rojos) “clandestinos” pintados con los rostros de los actores y las actrices de cine y de cantantes pop en Panamá. Profesiones post-it- city como el tapa hoyos en Valparaíso; los/las que adaptan los coches y los transforman en autos blindados en São Paulo, para que sus conductores tengan la sensación de mayor seguridad ; grafiteros; seguridades paralegales, entre otras van, desordenadamente mostrando las postales de esas ciudades desterritorializadas por el cielo (helicópteros) y por el subsuelo (metros, subtes). No lugares para el sexo, como las calles, los árboles, los parques, las plazas y los coches… Nada se interrumpe en las post-it- city. Son prácticas, emergencias, límites entre la fuga de la huída nómada y la sensación sedentaria de habitar un determinado lugar. Aparecen, se desplazan, desaparecen…

3- En las post-it- city: el control.
Más que control social, quizás lo que caracteriza a las post-it-city es la idea de sociedades de control, acuñada por Gilles Deleuze (1996) a partir de William Burroughs. Las sociedades de control caracterizadas por la contraseña, la seguridad, la aceleración, la flexibilidad y la intangibilidad, subvierten los poderes panópticos. Es decir, éstos se conformaban desde la economía del cuerpo, a través de la idea de que cada cuerpo ocupaba un determinado lugar, temporalizando el espacio, y un estipulado tiempo, espacializando el tiempo (Foucault, 1995). Para que los encierros fueran disciplinando los cuerpos, el proceso debía de funcionar por analogía. El biopoder, en las sociedades disciplinarias, se plegaba en la biopolítica.
Sin embargo, en las ciudades post-it, la ecuación crisis, miedos y control, ubica las emergencias de la vida en otra instancia biopolítica. Esta se caracteriza por convertir a la excepción en la regla y a la crisis en normalidad, asumiéndose esa anormalidad- normalizada desde los discursos y las máquinas de visión. Pena de muerte, seguridad, cámaras de vigilancia, judicialización mediática, criminalización de la otredad, collares electrónicos, chips como prótesis, paralegalidad, realitys como estética de transformación de lo verosímil en realidad, tele- pastores, religiones postmediáticas, son algunas de las formas que adquiere lo biopolítico en las sociedades de control. El panóptico disciplinario se transforma en el panóptico lumínico del control. La intangibilidad, lo inmaterial, la información, la comunicación, el marketing y la publicidad, son estéticas del control, que se guían por la ideología del capitalismo tardío en su tercera etapa o capitalismo cognitivo (general intelecto).
Raymond Williams (1975: 92) considera que la televisión produce un “flujo total”. Este concepto permite diversos análisis sobre la postmodernidad y el surrealismo sin inconsciente en teóricos como Fredric Jameson (1996: 97- 145), y admite un acercamiento a estos fenómenos visuales, desde la iconofagia (Baitello, 2008), que implica la devoración de visualidades pero, paralelamente, también, la posibilidad de ser devorados por ellas. En el caso de la ciudad antropófaga, ésta se devora a los ciudadanos y los devuelve de sus fauces en un “flujo” nómada y desterritorializado.
“Parece posible que, en una situación de flujo total donde los contenidos de la pantalla manan sin cesar ante nosotros (o en una situación donde las interrupciones –o sea, la publicidad- no son tanto intermisiones como oportunidades fugaces de ir al servicio o comerse un bocadillo), lo que solía llamarse ‘distancia crítica’ se haya quedado obsoleta” (Jameson, 1996: 101). La teoría del video o los estudios visuales, dan cuenta de ese flujo de visualidades sin referencias que ya no permiten apagar la televisión, para mantener esa distancia crítica como en el teatro (cuando termina la obra) o en el cine (cuando finaliza la película), sino que el flujo permanece en la medida en que las propias ciudades se convierten en una pantalla pan-óptica que todo lo ve y, paralelamente, lo expulsa en la superficie de la propia pantalla.
En Santiago (Chile) el caso del paseo Ahumada es estudiado por las dos situaciones señaladas: por un lado, la instalación de las cámaras de seguridad para combatir el delito y otorgar la sensación de mayor seguridad (pan-óptico) y, paralelamente, la instalación de una pantalla de amplías dimensiones en el centro del paseo (sensación simulada de visualización de lo registrado en las cámaras). La inexistencia del otro conduce a la construcción (y deconstrucción) de un otro visual detrás del espejo deformante de la ciudad.
Ulf Hannerz cita como característica actual, la inexistencia del otro como algo distante, señala que “no hay ‘Hombre primitivo’”, sino una mezcla y “un continuum de compromisos directos y negociados” (1998: 27-28).
En las ciudades post-it, se incrementa la movilidad, porque cada vez más aumenta el número de personas que viajan, con la ayuda del tránsito masivo, los automóviles o los aviones. Poblaciones extranjeras se encuentran en las ciudades de los seis continentes, mezclándose casi siempre en modas parciales y específicas. Lo exótico está incómodamente cerca. “Recíprocamente, no parecen quedar lugares distintos en el planeta dónde no se pueda sentir la presencia de los productos, los medios y el poder ‘modernos’”. La vieja “topografía y las experiencias de viaje” han estallado. “Ya no nos alejamos de casa seguros de encontrar algo radicalmente nuevo, otro tiempo u otro espacio” (Clifford, 1995: 29).
De esa forma cambian las concepciones espaciales, territoriales y limítrofes, porque los medios audiovisuales, el correo electrónico y las nuevas redes de comunicación redefinen las posiciones espacio-temporales en el mundo. Si ya las dividualidades (más que las individualidades) se pueden comunicar por teléfono o mediante correo electrónico con un amigo desde Valparaíso a Fez; si ellas pueden ser testigos de acontecimientos políticos o bélicos que ocurren en cualquier lugar del mundo sin moverse de la casa; si una base de datos situada en un lugar remoto tiene registrado su currículum y puede informar a las agencias gubernamentales que toman decisiones que afectan a su vida sin que pueda tener cabal conocimiento de ello; si puede hacer compras desde el domicilio utilizando la televisión y el computador (ordenador); entonces, ¿dónde está el sujeto y quién es? Es decir, desde observatorios lejanos se define la ubicación de la subjetividad (o subjetivaciones) en el mundo. Son como esos mapas que en las grandes ciudades ubican, desde la virtualidad, a la persona: usted está aquí y se le indica con una flecha el paradójico no lugar del mapa donde se encuentra (¿se encuentra?). El “espinoso” sujeto (Žižek, 2001) siempre de huídas, ahora se esconde detrás de los mapas de las ciudades.
En el caso de las relaciones intersticiales y de los espacios liminales, éstos no se generan ni en la identidad ni en la alteridad, sino que abren “lugares y objetivos híbridos de lucha” y destruyen las polaridades (Bhabha, 2002).

4. Miradas desde los intersticios de Valparaíso.
La muestra post-it- city permite encontrarse con Valparaíso y la presencia de sus cerros, trabajos temporales y paralegales, los perros, los juegos de los niños contra-corriente, es decir, con la deformante geografía de una ciudad post-it, donde nada permanece y todo fluye como en las vistas televisivas actuales. La insistencia por la discusión patrimonial y todos los intereses que ella mueve, no permiten –en el análisis teórico- profundizar las características de una ciudad- puerto que nunca fue fundada, que (no) tiene un nombre específico (característico de las ciudades post-it), que en sus laberínticos rincones se pierden los tiempos de la historia y emerge cronos devorándose a sus hijos. Mientras que la idea de patrimonio implica pensar un tiempo paralizado, paradójicamente, en la petrificada soledad del edificio abandonado, entre los laberintos de los cerros, la ciudad se le escapa a la fija línea del tiempo que concibe lo patrimonial como tiempo moderno fijo y unidireccional. Esos edificios abandonados, además, sirven de refugio temporal para mendigos, alcohólicos, prostitutas, travestis, perros, los personajes más reconocibles cuando cae el día en la post-it-city porteña.
El debate, paralelamente, se traslada sobre las transformaciones y mutaciones que se están produciendo en la ciudad- puerto: instalación de un centro comercial en la zona costera y crecimiento exponencial de edificios que se desprenden de los cerros…
Valparaíso, es a ese respecto, el rizoma (Deleuze y Guattari, 2000) que conecta puntos, es, además, ajerarquizante, mientras que su armonía y control sistémico es tan precario como los autoadhesivos que se pegan (post-it) fugazmente en las superficies. La figura del ciudadano se difumina, emergiendo subterráneamente en el rizoma de la ciudad- puerto, los agenciamientos de la prostitución, la mendicidad, la delincuencia pobre y precaria, los residuos asesinos de las drogas –como en el caso de la pasta base-. De esa forma, los imaginarios que construían identidades estáticas y sustanciales, se ven con el conflicto de que no existen posibilidades únicas de identificarse ni con un barrio, un cerro o una ciudad. La identificación es múltiple.
Así, los planos no contienen a Valparaíso, sino que sólo las líneas de fuga y los diagramas pueden trazar líneas en ese rizoma nómada que siempre se escapa. Como expresan Gilles Deleuze y Félix Guattari, es preciso hacer mapas y no calcos, porque el primero es abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir constantemente modificaciones. “Puede ser roto, alterado, adaptarse a distintos montajes, iniciado por un individuo, un grupo, una formación social. Puede dibujarse en una pared, concebirse como una obra de arte, construirse como una acción política o una meditación. Una de las características más importantes del rizoma quizá sea la de tener múltiples entradas…” (2000: 28).
Las ciudades se construyen en la inmaterialidad de la virtualidad y cada día es más difícil ubicar poblaciones autóctonas, porque se conforman nuevos procesos de subjetivación en la multilocalización rizomática (Silva y Browne, 2004).
Los estudios sobre migraciones, transculturación y otras experiencias interculturales están llenos de relatos de desgarramientos y conflictos, fronteras que se renuevan y anhelos de restaurar unidades nacionales, étnicas o familiares perdidas, es decir, están cargados de intensidades y memorias. Se construyen como los pliegues que al desplegarse nos sorprenden con nuevos mapas donde no aparece con claridad la ubicación. Emerge la lógica visual del GPS donde la ciudad des-ubica y des-orienta, y la pantalla, desde la virtualidad, orienta en el precario equilibrio de lo visual.
Valparaíso se desterritorializa y vuelve a territorializarse sin posibilidades que esos movimientos que presenta la ciudad- puerto, se estabilicen. Se desterritorializa en los barrios universitarios (Playa Ancha, avenida Francia, Placeres), los cerros y las avenidas de tránsito rápido. También, en la ciudad- puerto o post-it- city, se observan otros dos movimientos complementarios como son los de pliegue y despliegue. La diferencia del pliegue y del despliegue, con referencia a la territorialización y a la desterritorialización, es semiótica, ya que el pliegue y el despliegue son movimientos cartográficos o simulacros del territorio y de la desterritorialización. Los movimientos de pliegue y despliegue son construcciones, hojaldres que no tienen origen, comienzo, partida o llegada.
Las características del pliegue son: la curvatura, el redondeado de los ángulos y la evitación de lo rectilíneo. Es decir, es una materia que desborda el espacio.
Gilles Deleuze, considera que “al dividirse sin cesar las partes de la materia, forman pequeños torbellinos en un torbellino, y en éstos otros todavía más pequeños, y otros todavía en los intervalos cóncavos de los torbellinos que tocan” (Deleuze, 1994). Por lo tanto, siempre hay un pliegue en el pliegue. “El despliegue no es pues lo contrario del pliegue sino que sigue el pliegue hasta otro pliegue” (Deleuze, 1994: 14)
Tenemos, entonces, dos movimientos: el de desplegar, que implica aumentar, crecer, y el de plegar que consiste en disminuir, reducir, entrar en la profundidad del mundo. El pliegue, es la cartografía, el mapa que se dibuja y vuelve a desterritorializar el territorio. Ciudades como Valparaíso no pueden ser representadas, sino, simplemente, mapeadas con trazos irregulares.
Los mapas y los diagramas, son conjuntos “de líneas diversas que funcionan al mismo tiempo”, es decir, las líneas de Valparaíso dibujan mapas. “Hay, en efecto, líneas de muy diversos tipos, en el arte y también en la sociedad o en una persona” (...) Por ello, cada línea “tiene su geografía, su cartografía, su diagrama” (Deleuze, 1996: 55). Lo interesante de las líneas de Valparaíso es su composición irregular, inestable, asistémica, no armónica e inorgánica.
Otra característica de Valparaíso, es su geografía transversal. Es decir, se proyecta en todas las direcciones y en todos los sentidos posibles, sin orden, jerarquía ni continuidad.
Además, la ciudad- puerto desde su (no) fundación se forma con recursos materiales y simbólicos de origen local, nacional y trasnacional. Lo que se incrementa, en este tiempo, es la radicalidad de los procesos de glocalización.
La glocalización es una noción tomada del término inglés glocalisation, que designa el hecho de que en lo sucesivo lo global es inseparable de lo local (Silva y Browne, 2004). Desde este concepto –aunque haya sido adquirido por campos tan contradictorios como el arte, la economía, la política y la industria bélica- se puede discutir, aún más en experiencias post-it- city como las de Valparaíso, las tendencias globalizadoras que no habilitan más que una mirada uniforme y homogénea sobre la economía, la sociedad y el arte.
Es, como lo demuestra la exposición post-it-city que sigue recorriendo el mundo, en el arte donde están surgiendo propuestas glocalizadoras distintas, radicales y alternativas a los modelos unidireccionales. Es en algunas tendencias artísticas donde están surgiendo rebeliones glocalizadoras, con propuestas rizomáticas, dispersas y heterogéneas. Como escribe Néstor García Canclini: “son los artistas, críticos, galerías o museógrafos que combinan lo local con lo global, los glocales, que integran rasgos de diversas culturas, quienes desempeñan papeles protagónicos” (1999: 148).

5- Las inestabilidades del final.
Como en muchas de las ciudades actuales, hay diversas ciudades- puertos que emergen en Valparaíso, y, plantearse los desbordes a los que conducen cada una de ellas, en el contexto de los estudios regionales que se preguntan sobre la ecuación ciudadanía, participación y control social, es prioritario, ya que muchos de los relatos sobre las ciudades aparecen en conflicto. La Valparaíso televisiva oscila entre la violencia, la paralegalidad (tapa hoyos, vendedores ambulantes y callejeros, prostitutas), el control social (cámaras de vigilancia) y el turismo (cerros, ascensores, clubes nocturnos, bares, discotecas, pubs). También, está la ciudad gubernamental (Congreso, Consejo de la Cultura y las Artes) y la ciudad otra o heterociudad (prostitución, drogas, alcoholismo, suciedad). Es decir, múltiples ciudades en una ciudad. Todas ellas, y otras más que no aparecen en este escrito, conducen a la inestable deconstrucción de la identidad y a la huella marcada con indicios de la diferencia diferenciada.
No son trazos homogéneos los que dibujan el mapa de la ciudad- puerto, sino heterogéneos movimientos heterotópicos que ponen en cuestionamiento a la representación y su orden taxonómico. Esas inestabilidades se desprenden y desbordan el esquema semiótico de la representación. Valparaíso, al respecto, es como un puzle sin guía de armado o de ordenamiento. Y esa, quizás, es la poderosa forma que tiene la ciudad- puerto de mirar. Pensar en los ejes de la ciudadanía, de la participación y del control, como tres ejes que construyeron el proyecto moderno, sin deconstruirlos desde el post-it- city de la Valparaíso del siglo XXI, con todos los antecedentes reseñados, es pensar en otro diseño de ciudad, del cual Valparaíso –y lo sabe en su intimidad- nunca fue parte.

Referencias Bibliográficas.
AUGÉ, M. (1993) Los no lugares espacios de anonimato. Hacia una antropología de la sobremodernidad. Barcelona, Gedisa.
BAITELLO jr., N. (2008) La era de la iconofagia. Sevilla, Arcibel.
BHABHA, H. (2002) La localización de la cultura. Buenos Aires, Manantial.
DELEUZE, G. (1994) El pliegue. Leibniz y el barroco. Barcelona, Paidós.
DELEUZE, G. (1996) Conversaciones. Valencia, Pre- textos.
DELEUZE, G. y GUATTARI, F. (2000) Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia, Pre-textos. 2000
FOUCAULT, M. (1995) Vigilar y castigar. México, siglo XXI.
GARCÍA CANCLINI, N. (1999) La globalización imaginada. Buenos Aires, Paidós.
GUATTARI, F.(1996) Caosmosis. Buenos Aires, Manantial.
HANNERZ, U. (1998) Conexiones transnacionales. Cultura, gente, lugares. Madrid, Cátedra.
JAMESON, F. (1996) Teoría de la posmodernidad. Madrid, Trotta.
SILVA, V. y BROWNE, R. (2004) Escrituras híbridas y rizomáticas. Sevilla, Arcibel.
Žižek, S. (2001) El espinoso sujeto. Buenos Aires, Paidós.
WILLIAMS, R. (1975) Televisión. Nueva York, Routledge.

miércoles, 14 de abril de 2010

Terremoto mediático: el terremoto en Chile no tuvo lugar.




El terremoto en Chile no tuvo lugar.
Se podría decir que el terremoto en Chile tuvo dos ritmos: uno fue el que ocurrió el 27 de febrero y sus consiguientes replicas, el otro fue el que, desde la madrugada de ese día, se produjo en las pantallas televisivas con transmisiones las 24 hs. (pero sin que ello implicara que fuera en vivo y en directo).
En esta segunda rítmica, se radicalizó la idea de inseguridad (propia del discurso de la derecha que gobierna actualmente y de un sector de la concertación), de estigmatización de la pobreza (los ricos no lloran, parecía la máxima), de enfrentamiento entre las familias y los grupos más marginados por el sistema cada día menos sistémico. A esto se le sumó, toque de queda, militarización de las zonas afectadas (fundamentalmente, Concepción, justamente una de las zonas más enfrentadas del país, entre otros temas, por la causa mapuche) y el discurso amnésico sobre un nuevo tipo de desaparecido, perdido bajo las aguas del maremoto. Nuevamente, intentan limpiar –con la blanca nieve- la historia de secuestros, terrorismo de estado y desapariciones.
Mientras tanto, el país vive a otro ritmo y la televisión sigue, parafraseando a Baudrillard, intentando demostrar que el terremoto no tuvo lugar.

Políticas de la memoria.

La idea que circula en este artículo a modo de interrogación, es sí desde “el exterminio” se puede o no representar. Jean Luc Nancy, plantean la idea de “suprarrepresentación”, para referirse a la espectacularización de los campos de exterminio, “en la cual una voluntad de presencia integral se da el espectáculo de aniquilamiento de la posibilidad representativa misma”. En definitiva, pensar la im-posibilidad de la representación, sus performances, es pensar en la condena de las imágenes que en la historia occidental fue el resultado de la alianza concertada entre “el precepto monoteísta y el tema griego de la copia o la simulación”, de lo artificial y de la ausencia de original.
De esa alianza procede la desconfianza ininterrumpida hacia las imágenes que llegan hasta la actualidad, en el seno de la cultura que las produce en abundancia; la sospecha recaída en las “apariencias” o el “espectáculo”, y cierta crítica complaciente de la “civilización de las imágenes”.
Giorgio Agamben, por su parte, a las ideas benjaminianas afectadas por la catástrofe del fascismo, le agrega la reflexión de que “para efectuar la destrucción de la experiencia no se necesita en absoluto de una catástrofe que para ello basta perfectamente con la pacífica existencia cotidiana de una gran ciudad”. Al planteamiento de Benjamin, lo radicaliza Agamben con el concepto de espectáculo de Debord, donde nuevamente la experiencia se aleja en la mediatización de la imagen postmediática.
No obstante, el concepto de espectáculo, planteado por Debord en 1967 y corregido por el crítico algunos años después en Los comentarios sobre la sociedad del espectáculo, está connotado por la ingenua idea de la alineación y del control total sobre la existencia humana. En ese contexto, simulacro y virtualidad, como nociones postespectaculares, permiten considerar las transformaciones biopolíticas con las que se opera actualmente.
En ese contexto, el presente artículo analizará las transformaciones teóricas –siempre en crisis- operadas por la representación, en momentos en que el simulacro y la virtualidad ponen en tensión a la espectacularización de las imágenes.

lunes, 12 de abril de 2010