martes, 31 de agosto de 2010

Conflictos de racionalidades. Universidades con/sin condiciones.


GIRO VISUAL, CONFLICTO DE RACIONALIDADES Y DE MIRADAS. LAS TENSIONES EN LAS “UNIVERSIDADES” CON/ SIN CONDICIONES.

Víctor Silva Echeto.
Universidad de Playa Ancha (Chile).

Las modernidades prematuras instalan a la Universidad como el paradigma desde donde/y/ en donde se sostiene el conocimiento y el saber. Son los giros postmetafísicos (postestructuralismo, postmarxismo, poscolonialismo, posmodernidad, cultural studies) que ponen en tensión la ecuación saber/conocimiento/Universidad, considerando críticamente que, más que paradigmáticas, son esas posiciones –estratégicas y tácticas- donde emergen diversos conflictos de racionalidades que ponen en cuestionamiento la mirada epistémica y geopolítica sobre la producción de conocimientos.
No obstante, los diversos modelos de universidades (Alemán; Francés; Anglosajón) ya planteaban desde sus inicios el conflicto de racionalidades como la condición –incondicionada- desde donde plantearse la autonomía –religión secularizada- de la Universidad.
Así, lo que pone en tensión el giro postmetafísico es la multiplicación de conflictos de racionalidades, a la que suma la discusión sobre la autonomía de la Universidad, en la medida en que el mercado, la competencia al interior del Estado, la aldea global y la globalización aldeana, la trasnacionalización, la comunicación de masas y la “metafísica” de la técnica (¿ya sin logos?), la mundialización y desterritorialización, las líneas de fuga, las hiperindustrias culturales, y la crisis “no moderna” de la Universidad moderna, ubican las “condicionalidades” de las universidades en otros espacios que la desterritorializan hacia un “afuera” asignificante. Es decir, ya el conflicto no está solo en el adentro significante donde las tácticas epistémicas determinaban el conflicto, sino en un “afuera” en el que no estaba “condicionada” en la modernidad prematura.
En esta compleja contemporaneidad, atravesada por diversos cruces y conflictos de racionalidades (políticas: geopolíticas; económicas: de mercado; culturales: multi/ interculturales; sociales: crisis de las identidades) se produce un cruce atravesado por las líneas de fuga y procesos de desterritorialización que desde el “afuera” heterotópico cuestiona el “adentro” representativo desde el que se organizaron y rearticularon las epistemes, metodologías e investigaciones científicas.
Las agendas –y agencias- políticas y de investigación poscoloniales, las tensiones que en el debate modernidad/ posmodernidad instalan las tardo modernidades, las aperturas hacia fuera que se producen en las rearticulaciones culturales, el giro deconstruccionista y las relecturas postestrucuturalistas, postmarxistas, psico y esquizoanalítica que se producen a un lado y otro del Atlántico, colocan nuevas encrucijadas, paradójicamente, sobre viejas temáticas, como, por ejemplo, las del sujeto, la producción de subjetividad, la ideología, el inconsciente, la verdad y/o las verdades. Estos espacios intersticiales –entre, antro, between- tensionan aún más el conflicto y el papel que, en él, juegan las universidades.
Agencias privadas de investigación, producción de patentes, programas informáticos de generación y producción de conocimiento, incremento de la privatización de la investigación universitaria y de puesta en cuestionamiento de su autonomía, son solo algunos de los énfasis que se le han ido colocando al conflicto de las racionalidades en las primeras décadas de este siglo.
Desde la discusión sobre la crisis de las disciplinas –énfasis moderno que articula lo penal y lo epistémico en la conformación del poder- se instala el debate sobre la interdisciplinariedad, la transdisciplinariedad, las sinergias y la transversalidad, apareciendo nuevos programas que no terminan de solucionar la tensión entre orden/ jerarquía y fuga/inmanencia.
Es en ese contexto, que en la entidad universitaria propia del giro letrado, aparece otro conflicto de racionalidades con el giro visual que irrumpe a finales del siglo pasado y comienzos de éste. La pregunta es como articular esta nueva crisis –luego de la crítica gramatológica a la letra como ordenadora de la razón, el llamado falogocentrismo siempre etnocéntrico-, donde la “denigración de la visión” propia de cierta modernidad prematura, gira hacia el ocularcentrismo tardomoderno o modernidad tardía, régimen visual que es crítico con el iconoclastismo e iconofobia de las primeras modernidades.
La estética, como ideología moderna, distanciaba los ojos de lo que miraban, instalando la dependencia de lo visual hacia lo textual. La crítica gramatológica deconstructiva tensiona esas dependencias, así como el giro antiinterpretativo antiEdípico coloca nuevas preguntas sobre la verdad en momentos en que ésta vive una de sus mayores crisis.
Así, entre los espectros que aparecen (y des- aparecen) se encuentra el de lo visual, instalando nuevas dudas sobre las políticas de la verdad (o las verdades) propia del conflicto de racionalidades tardomoderno. Simulacros, espectros, fantasmagorías, visibilidad e invisibilidad, generaban dudas, interrogantes y, hasta oposiciones, por su trazo paralelo al de la verdad o de las verdades, desde la duplicación deconstructiva, la iterabilidad y virtualidad performativa, los que son síntomas del reclamo de acontecimiento.

martes, 24 de agosto de 2010

Intervención en el IV Coloquio de Biopolítica

Intervención en el IV Coloquio de Biopolítica. Valparaíso- Santiago (Chile).
Agosto de 2010.

CARTOGRAFÍAS VISUALES DE LA BIOPOLÍTICA.

Víctor Silva Echeto
Universidad de Playa Ancha.



“Foucault siempre ha sabido pintar maravillosos cuadros como fondo de su análisis”
Gilles Deleuze.

1. Introducción.

En Ojos abatidos. La denigración de la visión en el pensamiento francés del siglo XX, Martin Jay, fiel al estilo que lo caracteriza que mezcla el ensayismo con el manual, realiza un recorrido, como su título lo indica, por el pensamiento francés del siglo XX, aunque no se limita a él, y, también, como su título lo esconde, recorre no solamente el pensamiento francés sino occidental, por lo menos, desde Platón hasta el giro postmetafísico (entre los que se encuentran Foucault, Derrida, Debord, Barthes, Metz, Levinas y Lyotard), no incorporando, o, por lo menos, citándolos brevemente a pensadores que tuvieron una estrecha y, porque no, como la mayor parte de la filosofía, ambigua relación con la imagen como Gilles Deleuze, Félix Guattari, Jacques Rancière y/o el llamado postalthuserianismo. En ese contexto, hay que recordar que Gilles Deleuze y Félix Guattari (2000), se refieren en diversas mesetas de las Mil que diseñan, a la noología así como al paralelismo entre el pensamiento del/con Estado y la imagen pensamiento, mientras que Deleuze individualmente tiene sus Estudios sobre el cine: La imagen- movimiento y La imagen- tiempo, además de haber dedicado algún curso en Vincennes a la pintura en 1981. No obstante, pese a la interesante y también, porque no, contradictoria relación que tiene Deleuze con la imagen visual, sólo Jay hace referencia en el ensayo a su estudios sobre Foucault, en el capítulo referido a éste, o lo menciona lateralmente, pero no le dedica una parte del estudio al filósofo francés.
En el texto de Jay, además, pese a su subtítulo, no queda tan clara tal denigración sino, más bien, una relación ambigua y ambivalente del pensamiento occidental con la imagen visual y con las miradas. Es así que en la tesis que se formula en las primeras páginas se matiza el subtítulo. Indica Jay (2007: 20): “gran parte del reciente pensamiento francés, en una amplia variedad de campos, está, de una manera u otra, imbuido por una profunda sospecha ante la visión y ante su papel hegemónico en la era moderna”.
En resumen, es con los llamados regimenes escópicos (Jay, 2007) que esa extraña relación entre pensamiento e imagen, entre pensamiento y visión, y, entre pensamiento y mirada en occidente pasa a formar parte del trayecto iconoclasta, iconofóbico pero, también, y, paradójicamente, con el ocularcentrismo .
En esta intervención, pretendo ingresar al debate entre Foucault y Jay, fundamentalmente, a partir de la lectura que realiza este último sobre el primero, convirtiendo a Deleuze en el tercero en discordia que realiza una lectura pictórica, visual, y, porque no, audiovisual, sobre la obra de Foucault. Son las palabras de Deleuze (1986: 78): “Cuando se olvida la teoría de las visibilidades se mutila la concepción que Foucault tiene de la historia, pero también se mutila su pensamiento, su concepción del pensamiento”. Así, “se lo convierte en una variante de la filosofía analítica actual, con la que no tiene casi nada en común (salvo quizá con Wittgenstein, si de él extraemos una relación original entre lo visible y lo enunciable)”. Michel Foucault “siempre se sintió tan fascinado por lo que veía como por lo que oía o leía, y la arqueología tal y como él la concebía es un archivo audiovisual (empezando por la historia de las ciencias). Si a Foucault le gusta enunciar y descubrir los enunciados de los demás, es porque también tiene una pasión por ver”: lo característico de Foucault “es la voz, pero también los ojos. Los ojos, la voz. Foucault siempre ha sido un vidente, a la vez que introducía en la filosofía un nuevo estilo de enunciados, de acuerdo con un doble movimiento, con un doble ritmo” (Deleuze, 1986: 78).
Además, integraré un concepto, también extrañamente no incorporado por Jay, como es el de biopoder y el de biopolítica. Noción que tensiona la supuesta perspectiva analítica de Foucault. Es que para Jay, Foucault transita de la arqueología a la genealogía y desde ésta a la analítica, no obstante, no añade esa etapa tan fructífera del pensador francés que se inicia con las conferencias en 1974 en Río de Janeiro y continúa con los tres cursos que le dedica en el Collège de France: Defender la sociedad (1975- 1976), Seguridad, territorio y población (1976- 1977) y Nacimiento de la biopolítica (1978- 1979). Finalmente, y en forma breve, reflexionaré sobre los ilegalismos de las leyes en el Chile actual, desde la paralegalidad de la mirada.
“La vida de las imágenes”, como le llamo Aby Warburg , es el sustento que encarna “el cuerpo de las miradas”, en una era donde la “batalla de las miradas” es, también, la desterritorialización panóptica del mirar.

2. Antecedentes en la obra de Foucault.
Se ha discutido mucho desde cuando Foucault encarna el análisis de lo que llamará, desde 1974 en las conocidas conferencias de Río de Janeiro, biopolítica. Para algunos (Castro, 2010: 23) no es posible considerar que en la primera etapa de Foucault ya se encuentra el “marco del juego entre dispositivos juridiccionales y dispositivos veridiccionales” , por lo menos en obras como Las palabras y las cosas o La arqueología del saber, ya que en la primera “la descripción de las formación de las ciencias humanas, en términos de episteme, permanece limitada al orden de las prácticas discursivas”. No obstante, no es menos cierto que en Las palabras y las cosas la imagen visual, desde la enciclopedia china pasando por el pensamiento de la semejanza y la similitud hasta llegar a la imagen del hombre borrándose “en los límites del mar” como “un rostro” se disipa “en la arena” (Foucault, 1986: 375), recorre transversalmente el texto. Mientras que en La arqueología del saber hay sendos capítulos referidos a dos tipos de formaciones prácticas: las llamadas discursivas y las no discursivas.
Gilles Deleuze (1986: 88), posteriormente, se acercará, aún más, a un concepto visual, no definiéndolas por negación sino conjugando las formaciones prácticas enunciables (discursivas) con las formaciones prácticas visibles (no discursivas). Y, aclara para salir de la duda que ya desde El nacimiento de la clínica se encuentran en las estrategias y tácticas de Foucault, la idea de formaciones prácticas visibles. Hay que aclarar, además, que el subtitulo de El nacimiento de la clínica es Una arqueología de la mirada médica. El escrito se inicia con la siguiente frase: “trata del espacio, del lenguaje y de la muerte; trata de la mirada” (Foucault, 2007: VI).
En palabras de Deleuze: “Ahora vemos más claro que Foucault no ha cesado de estudiar esas dos formas en los libros precedentes: en El nacimiento de la clínica hablaba de lo visible y lo enunciable; en La historia de la locura, de la locura tal y como la vemos en el hospital general”, y, “del desvarío tal y como se enuncia en medicina (y en el siglo XVII no se cura en el hospital)”. Es decir, “lo que La arqueología reconocía, pero todavía sólo designaba negativamente como medios no- discursivos, encuentra en Vigilar y castigar su forma positiva que es toda una constante en la obra de Foucault: la forma de lo visible, en su diferencia con la forma de lo enunciable”. A modo de ejemplo: “a principios del siglo XIX, las masas y poblaciones devienen visibles, salen a la luz, al mismo tiempo que los enunciados médicos conquistan nuevos enunciables (lesiones de los tejidos y correlaciones anatomofisiológicas…)” (Deleuze,1986: 58- 59).
Es decir, ya a principios de la década del ’60, el pensador es conciente de que las prácticas discursivas –en tanto dispositivos de poder- solo son posibles de analizar junto a las prácticas de visibilidad e invisibilidad, entre las que se encuentran las corporales. “No es exagerado decir que todo dispositivo es un caldo que mezcla visibles y enunciables” (Deleuze, 1986: 65). Es, por ello, que el mismo Foucault aloja a la representación y a la ideología –como representación de la representación- al interior de la época clásica, posición criticada por algunos de los teóricos actuales del postmarxismo y del postpsicoanálisis (Žižek, 2003).
En este contexto, en Las palabras y las cosas, vida, lenguaje y trabajo forman parte de uno de los tantos triedros que diseña Foucault. Y, en El nacimiento de la clínica, adelanta el pasaje del “hacer morir y dejar vivir” al “hacer vivir y dejar morir” que será uno de los sustentos de la biopolítica, con la importancia de la penetración visual en el cuerpo. “La medicina del siglo XIX estaba obsesionada por ese ojo absoluto que convierte a la vida en un cadáver y redescubre en el cadáver la nervadura frágil y arruinada de la vida” (Foucault, 2007: 166).
También estos aspectos pondría en problemas una perspectiva teórica que descartara el giro visual en la obra de Foucault, al considerar que es un pensador que pasa desde las prácticas discursivas a las de poder, sin ingresar al campo de lo visual, como lo deja implícito en algunos momentos Jay. No obstante, la ambivalencia entre prácticas discursivas y prácticas visuales en Foucault, se encuentra con su tránsito desde la fenomenología (en una primera etapa) hacia posturas críticas con esta corriente, encarnadas en la arqueología. “Existe una arqueología del presente. Presente o pasado, lo visible es como lo enunciable: son el objeto, no de una fenomenología, sino de una epistemología” (Deleuze, 1986. 78).
Por tanto, lo que es menos discutido es el cruce transversal que tiene lo visual, sus ambigüedades y ambivalencias, en la obra del pensador francés, desde la Historia de la locura hasta la Historia de la sexualidad, con puntos destacados como su temprana introducción a la obra de Binswanger pasando por Las palabras y las cosas hasta llegar a textos donde se encarna lo visual como Vigilar y castigar o sus intercambios con Magritte que dan paso al libro publicado sobre el pintor belga.
Es, por ello, que Martin Jay recuerda que “en 1957, Canguilhem impartió un curso en la Sorbona sobre el papel de la visión como modelo de cognición occidental. Aunque en aquella época Foucault ejercía como docente en Uppsala, Suecia, es probable que enseguida se pusiera al corriente de los contenidos de aquel curso” (Jay, 2007: 295). Fue en ese momento que comenzó a elaborar el tan discutido estudio sobre la historia de la locura en la época clásica, que, tras un primer intento frustrado en la Universidad de Uppsala, se lo llevó a Hyppolite quien, al considerarlo que no podía aceptarse como una disertación en Filosofía, lo envío a Foucault a hablar con Canguilhem quien lo patrocinó para su doctorat d´état en 1961, como una introducción a la historia de las ciencias. En esa obra “mostraba hasta qué punto Foucault se percataba del papel de la visión, o, para ser más precisos, de los regímenes visuales específicos en las categorías culturales. Y demostraba con la misma fuerza su resistencia a las demandas totalitarias de una Ilustración que había elevado su noción ocularcéntrica de la Razón al estatuto de verdad universal” (Jay, 2007: 296).

3. A propósito de una enciclopedia china.
En Las palabras y las cosas la relación entre prácticas discursivas y prácticas visuales adquiere toda su tensión. Allí se despliegan un conjunto de imágenes y de miradas que, desde la enciclopedia china que inspira la obra, se muestran y ocultan como los reyes que aparecen en el espejo de las Meninas . Y son a esos reyes a los que, junto a Velásquez, desnuda el pensador francés.
Las taxonomías parecen incentivar a Foucault e inspirar obras como Raymond Roussell, con un índice integrado por I. El umbral y la clave; II. Las bandas del billar; III. Rima y Razón; IV. Aspas, mina, cristal; V. La metamorfosis y el laberinto; VI. La superficie de las cosas; VII. La lente vacía; VIII. El sol encerrado. Así las cosas, en el pliegue entre palabra y cosa, a la enciclopedia china la suceden (o, mejor dicho, le preceden en época) otras taxonomías de destacado poder visual, es decir, de fuerte impronta monstruosa si tomamos a este término como derivado de mostrar y de mirar: “Ya no estoy en ayuno –dice Eustenes-. Por ello se encontrarán con toda seguridad hoy en mi saliva: Áspides, Amfisbenas, Anerudutes, Abedesimones, Alartraces, Amobates, Aspinaos, Alatrabanes, Aractes, Asteriones, Alcarates, Arges, Arañas, Ascalabates, Atelabes, Ascalabotes, Aemorroides”.
La diferencia, para Foucault, entre estas taxonomías y la enciclopedia china, es que “la monstruosidad que Borges hace circular por su enumeración consiste, por el contrario, en que el espacio común del encuentro se halla él mismo en ruinas. Lo imposible no es la vecindad de las cosas, es el sitio mismo en que podrían ser vecinas” (Foucault, 1986). A ese no lugar, espacio en ruinas o espacio impensable, Foucault le llamará heterotopías. Éstas “inquietan, sin duda porque minan secretamente el lenguaje, porque impiden nombrar esto y aquello, porque rompen los nombres comunes o los enmarañan, porque arruinan de antemano la ‘sintaxis’ y no sólo la que construye las frases –aquella menos evidente que hace ‘mantenerse juntas’ (unas al otro lado o frente de otras) a las palabras y a las cosas” (Foucault, 1986: 3).
No obstante, ante este desafío para la gramática que le imponen las heterotopías o ese detenimiento de la palabra, se acerca la imagen visual desde una tierra mítica que la enaltece: “a esta distorsión en la clasificación que nos impide pensarla, a esta tabla sin espacio coherente, Borges les da una patria mítica una región precisa cuyo solo nombre constituye para el Occidente una gran reserva de utopías”. Es un “espacio solemne, sobrecargado de figuras complejas, de caminos embrollados, de sitios extraños, de pasajes secretos y de comunicaciones imprevistas; existiría así, en el otro extremo de la tierra que habitamos, una cultura dedicada por entero al ordenamiento de la extensión, pero que no distribuiría la proliferación de seres en ningún espacio en el que nos es posible nombrar, hablar, pensar”.
La crítica que le realiza Magritte a Foucault de confundir similitudes con semejanzas en Las palabras y las cosas, lo llevará a este último a realizar un estudio sobre el pintor belga, donde la batalla hermenéutica entre imagen visual y enunciado, planteará, también, la violencia interpretativa entre imagen y letra o, en términos más cercanos a ambos, entre similitud y semejanza, entre lo visible y lo enunciable. Foucault compara la obra de Magritte con los caligramas, la poesía visual y, sumaría, para acercarnos aún más a América Latina, el concretismo, es decir, imagen y letra simulan, por un lado, representan, por otro, e ingresa, nuevamente, en crisis el espacio de los signos. Las biopolíticas visuales, en el trayecto foucaultiano, aparecerán con más claridad en las conferencias de Río y en Vigilar y castigar.

4. Diagrama y cartografía.
Desde las conferencias de Río, la célebre ecuación foucaultiana de vigilar y castigar, como mirada que al vigilar castiga, o como enunciado que se enrolla en lo visible, se hace presente, introduciéndose la biopolítica de la mirada. A diferencia de Guy Debord que concibe la sociedad de las imágenes como sociedad del espectáculo, para Foucault el espectáculo se reserva en el teatro de la tortura, del castigo sin más en la antigüedad, mientras que la vigilancia atañe a ojos que todo lo ven (pan-óptico) aunque, también, se les reserva la contracara del ocultamiento sobre aquellas zonas donde no llegan las miradas. “Aquí, el análisis se hace cada vez más microfísico, y los cuadros cada vez más físicos, expresando los ‘efectos’ del análisis, no en el sentido causal, sino en el sentido óptico, luminoso, de color: del rojo sobre rojo de los suplicios al gris sobre gris de la prisión” (Deleuze, 1986: 50). El “análisis y el cuadro van a la par; microfísica del poder y proyección política del cuerpo. Cuadros coloreados sobre un mapa milimétrico”.
La microfísica del poder es local en dos sentidos: como oposición a lo global pero, también como oposición a lo local como localizable. Así las cosas, la microfísica del poder se pliega en el biopoder: “‘El’ poder tiene como características la inmanencia de su cuerpo, sin unificación trascendente, la continuidad de su línea, sin una centralidad global, la contigüidad de sus segmentos, sin totalización diferente: espacio serial” (Deleuze, 1986: 53).
Gilles Deleuze que, cinco años antes de la escritura del homenaje a Foucault, dictó un curso sobre Pintura, y, en esa oportunidad, utilizó el concepto peirciano de diagrama, vuelve a él encontrándolo en obras precedentes de Foucault. Es a esa dimensión informal del panóptico, es decir, no completada, no organizada ni formalizada a lo que llama diagrama. “El diagrama ya no es el archivo, auditivo o visual; es el mapa, la cartografía, coextensiva a todo el campo social”. En definitiva, “es una máquina abstracta. Se define por funciones y materias informales, ignora cualquier distinción de forma entre un contenido y una expresión, entre una formación discursiva y una formación no discursiva. Una máquina casi muda y ciega, aunque haga ver y haga hablar” (Deleuze, 1986: 61).
Toda sociedad- cultura tiene su/ sus diagramas. Éstos se conforman a partir de grupos locales, micropolíticos, comunidades que tensionan las estructuras. “El diagrama pone aquí de manifiesto su diferencia con la estructura, en la medida en que las alianzas tejen una red flexible y transversal, perpendicular a la estructura vertical”, constituyen prácticas, métodos y estrategias, “distintos de cualquier combinatoria, y forman un sistema físico inestable, en continuo desequilibrio” (Deleuze, 1986: 62). En su curso sobre la pintura, Deleuze caracteriza al diagrama peirciano como la relación entre el caos y el germen, en el caso del diagrama foucaultiano es el desequilibrio el que lo conforma.

5. Excepción e ilegalidad de lo legal.
En todo este recorrido he intentado poner en tensión las relaciones entre lo visible y lo enunciable en Foucault, tensionándolas, además, desde la posición en discordia entre Foucault y Jay que asume Deleuze. Además, incorporando la biopolítica como una de las claves fundamentales para articular lo enunciable y lo visible, desde el comienzo de la obra foucaultiana pero, aún más, desde las conferencias en Río.
En un país como Chile, a semanas del bicentenario, donde las excepciones se transforman cotidianamente en prácticas que tensionan lo legal de lo ilegal o, mejor dicho, en la ilegalidad que sustenta lo legal, este debate teórico- conceptual y práctica adquiere toda su densidad.
La reciente detención de “anarquistas” y muchos ex (miristas, lautaristas, frentistas, y un largo etcétera de ex según la prensa) en el llamado caso “bombas”; la detención del paquistaní…; la persecución política de personas vinculas al movimiento mapuche; los 33 mineros “sepultados” bajo tierra en Copiapó, a los que se podrían sumar múltiples casos de persecuciones políticas, tensionan las prácticas biopolíticas en nuevas excepciones que sustentan la regla.
Así las cosas, en Foucault, por lo menos desde Vigilar y castigar, el ejercicio “consiste en sustituir” la “oposición demasiado simple ley- ilegalidad por una correlación más sutil ilegalismos- leyes. La ley siempre es una composición de ilegalismos que ella diferencia al formalizarlos”. En Chile desde la situación patrimonial del presidente de la República hasta la compra- venta de canales de televisión hoy en día, hay múltiples ejemplos de lo indicado. En estos casos, las leyes no se oponen globalmente a la ilegalidad, sino que unas organizan explícitamente la manera de eludir las otras. En términos de Deleuze: “la ley es una gestión de los ilegalismos”. Y éstos, paralelamente, cada vez más, se asumen desde la paralegalidad de la mirada.























Referencias bibliográficas.
Castro, Edgardo (2010): “¿Qué es política para la biopolítica?” Santiago (Chile), ARCIS.
Deleuze, Gilles (1986): Foucault. Barcelona, Paidós.
(2007): Pintura. El concepto de diagrama. Buenos Aires, Cactus.
Foucault, Michel (1986): Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. México (DF), siglo XXI.
(1992): Raymond Roussel. México (DF), siglo XXI.
(2006): Seguridad, territorio, población. México (DF), Fondo de cultura económica.
(2007): El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica. Madrid, siglo XXI.
Jay, Martin (2007): Ojos abatidos. La denigración del pensamiento francés del siglo XX. Madrid, Akal.
Žižek, Slavoj (2003): “El espectro de la ideología” en Ideología. Un mapa de la cuestión. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

sábado, 21 de agosto de 2010


Deconstrucción de la libertad de expresión
Archivos y estados de excepción

Víctor Silva Echeto

Publicado en Rebelión.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=110299