viernes, 29 de octubre de 2010

La filosofía The Sex Pistols III

LA FILOSOFÍA EN SEX PISTOLS
PARTE III

Víctor Silva Echeto.

1. Sex Pistols: de los surrealistas a los situacionistas en clave benjaminiana.
“El aburrimiento es siempre contrarrevolucionario”, escribían a modo de eslogan grafitero los situacionistas. La relación entre McLaren y este grupo de neovaguardia francés ha sido motivo de múltiples versiones. Una de ellas la aporta Greil Marcus (1993: 28): “en los primeros días del Londres punk apenas se podía encontrar un artículo sobre el tema en el que no figurase la palabra ‘dadá’: el punk era ‘como el dadá’, afirmaba todo el mundo, aunque nadie decía por qué, para no hablar de lo que se suponía que eso significaba. Referencias a la supuesta relación de Malcolm McLaren con la espectral ‘IS’ eran moneda corriente en la prensa pop británica, pero eso no parecía llevar a ninguna parte”.
La Internacional Situacionista surge en París en 1958. El primer número de Internationale situacionistte se publicó en junio de 1958, y, su editorial, iba precedido de un epígrafe que sostenía: el “éxito del surrealismo reside para muchos en que la ideología de esta sociedad, en su faceta más moderna, ha renunciado a una jerarquía estricta de valores facticios, pero se sirve abiertamente de lo irracional y de los residuos surrealistas’ Informe sobre la construcción de situaciones, junio de 1957”. Quizás, ya se había adelantado, Walter Benjamin a la crítica surrealista en un texto escrito en 1929: El surrealismo, la última instantánea de la inteligencia europea, donde cuestionaba que el surrealismo fuera solamente un movimiento literario motivado por la crisis del humanismo e incentivado por el consumo “extático” de alucinógenos. Con citas que lo aproximan al marxismo, al anarquismo y a la crisis en el arte, Benjamin, entre otras cosas, sostenía que “desde los escritos de Bakunin, no ha habido en Europa un concepto radical de libertad. Los surrealistas sí lo tienen. Ellos son los primeros en haber despachado el anticuado ideal de liberal humanista- moral de libertad, porque saben que ‘la libertad, que ha sido adquirida en esta Tierra al precio de tan duros sacrificios, se ha disfrutar sin restricciones durante todo el tiempo en que esté dada, sin hacer concesiones al pragmatismo en ninguna de sus encarnaciones’” (Benjamin, 2007: 313).
Esto, les demuestra a los surrealistas, “que la emancipación humana, concebida, en definitiva, en su forma revolucionaria más sencilla –una que tan sólo puede ser la emancipación humana practicada desde la totalidad de los puntos de vista-, es la única causa a cuyo servicio siempre vale la pena situarse’”. La pregunta que se formula Benjamin es: “¿consiguen los surrealistas combinar esta experiencia de la libertad con la otra experiencia revolucionaria que hemos de reconocer porque la teníamos: lo constructivo y dictatorial de la revolución? O, en pocas palabras, ¿consiguen conectar los surrealistas la revolución con la revuelta? ¿Cómo imaginar una existencia que se establezca en el bulevar de Bonne Nouvelle, en edificios de Le Corbusier y Pieter Oud? ” La respuesta, para Benjamin, es “ganar las fuerzas de la embriaguez para el servicio de la revolución”. ¿Qué otra cosa hacía el punk? No es la droga en su utilización revolucionaria, en el sentido en que Benjamin interpreta al surrealismo, una capacidad de “salir de sí”.
“Tanto el lector como el pensador, el esperanzado y el flaneur, son todos tipos del iluminado, como lo son el que consume opio, y el soñador, y el embriagado. Y ellos son, además, los más profanos. Por no hablar de la más terrible de las drogas (la más terrible, a saber, nosotros mismos), que consumimos en nuestra soledad”. No obstante, para Benjamin, hay que ganar las fuerzas de la embriaguez al servicio de la revolución o hacer una política poética.
“El surrealismo”, para Benjamin, “se ha acercado cada vez más a la respuesta comunista”. Esto significa: pesimismo completo. “Desconfianza en el destino de la literatura, desconfianza en el destino de la libertad, desconfianza en el destino de la humanidad europea, pero sobre todo desconfianza, desconfianza y desconfianza en todo entendimiento: entre las clases, pueblos, individuos”. ¿Comunismo o anarquismo? habría que preguntarle a Benjamin.
“Sólo una vez que el cuerpo y el espacio de imágenes se conjugan en ella con tal profundidad que la tensión revolucionaria se convierte en inervación corporal colectiva y las inervaciones corporales del colectivo se convierten en descarga revolucionaria, la realidad se puede superar a sí misma hasta el punto que exige el Manifiesto comunista. Por el momento, los surrealistas son sin duda los únicos en haber comprendido la tarea de hoy. Y van intercambiando, de uno en uno, la colección de gestos de su mímica en la esfera de un despertador cuyo timbre, a cada minuto, atruena por espacio de sesenta segundos” (Benjamin, 2007: 316).
Pero esa ilusión que tenía Benjamin en 1929, será puesta en entredicho más de 30 años después por los situacionistas. Tres párrafos del número 1 de la revista Internationale Situationniste:
“El surrealismo ha triunfado en el marco de un mundo que no ha sido transformado esencialmente. Este éxito se vuelve contra el surrealismo, que no esperaba nada menos que la destrucción del orden social dominante. Pero el retraso sobrevenido en la acción de las masas que se dedican a esta destrucción, manteniendo y agravando, junto a las demás contradicciones del capitalismo evolucionado, las mismas impotencias de la creación cultural, mantiene la actualidad del surrealismo y favorece múltiples repeticiones degradadas”.
Para los situacionistas: “el surrealismo no puede avanzar en las condiciones de vida que encontró y que se han prolongado escandalosamente hasta nuestros días porque es ya, en su conjunto, un suplemento de la poesía o el arte liquidados por el dadaísmo, porque todas sus posibilidades se encuentran más allá del postfacio surrealista a la historia del arte, en los problemas de una verdadera vida que hay que construir. De manera que todo lo que quiere situarse técnicamente después del surrealismo vuelve a encontrar los problemas de antes (poesía y teatro dadaístas, investigaciones formales al estilo de la colección ‘Mont-de-Piété’). En su mayor parte, las novedades pictóricas sobre las que se ha llamado la atención desde la última guerra sólo son detalles, aislados y aumentados, tomados -subrepticiamente- de la masa coherente de aportes surrealistas (Max Ernst recordaba, en una exposición en París al principio de 1958, lo que había enseñado a Pollock en 1942)”.
En definitiva, “el mundo moderno ha cubierto la ventaja formal que le llevaba el surrealismo. Las manifestaciones de lo nuevo en las disciplinas que progresan efectivamente (todas las técnicas científicas) toman una apariencia surrealista. En 1955 se hizo escribir a un robot de la Universidad de Manchester una carta de amor que podía pasar por un intento de escritura automática de un surrealista poco dotado. Pero la realidad que domina esta evolución es que, al no haberse hecho la revolución, todo lo que constituyó para el surrealismo un margen de libertad se ha visto recuperado y utilizado por el mundo represivo que los surrealistas habían combatido” (1999).
Las técnicas revolucionarias del surrealismo se han convertido en una terapéutica contrarrevolucionaria o en un conjunto de piezas publicitarias:
“El empleo del magnetófono para instruir a sujetos dormidos se propone reducir la reserva onírica de la vida con fines utilitarios, banales o repugnantes. Nada constituye sin embargo una inversión tan clara de los descubrimientos subversivos del surrealismo como la explotación que se ha hecho de la escritura automática, y de los juegos colectivos basados en ella, en el método de prospección de ideas llamado en los Estados Unidos ‘brainstorming”. Gerard Lanzun describe así en France-Observateur su funcionamiento: “En una sesión de duración limitada (de 10 minutos a 1 hora), un número limitado de personas (de 6 a 15) tienen plena libertad para exponer ideas, todas las que puedan, sean o no extravagantes, sin riesgo de censura. La calidad de las ideas importa poco. Está absolutamente prohibido criticar una idea emitida por uno de los participantes, e incluso sonreír cuando tiene la palabra. Cada uno tiene por otra parte el más absoluto derecho, y también el deber, de saquear las ideas anteriormente expresadas añadiendo algo propio” También, “el ejército, la administración, la policía han recurrido” a este método. “La propia investigación científica sustituye sus conferencias y mesas redondas por sesiones de ‘brainstorming’” Así “un autor y un productor de películas en el C.F.P.I. necesitan un título. ¡Ocho personas les propondrán 70 en 15 minutos! Después, un eslogan: ciento cuatro ideas en treinta y cuatro minutos; se retienen dos”. La regla es, en definitiva, “lo impensado, lo ilógico, lo absurdo, lo fuera de lugar. La calidad deja paso a la cantidad. El principal fin del método es eliminar diversas barreras de coacción social, de timidez, de miedo a hablar, que impiden a menudo a algunos individuos hablar durante una reunión o un consejo de administración, enunciar sugerencias ridículas entre las cuales no obstante podría haber un tesoro escondido. Al levantar esas barreras se constata que la gente habla, y sobre todo que todos tienen algo que decir” Hay empresarios estadounidense que “han comprendido rápidamente el interés de esta técnica en las relaciones con el personal. El que puede expresarse reivindica menos. ‘¡Organícennos brainstorming!’, piden a los especialistas: ‘eso demostrará al personal que hacemos caso de sus ideas, puesto que se las pedimos’. La técnica se ha convertido en una terapéutica contra el virus revolucionario”.
Estas son las críticas situacionistas al surrealismo. A partir de ellas, se propone la tarea de crear situaciones revolucionarias.
En 1957 un estudiante parisino de veinticinco años llamado Guy- Ernest Debord, reunió a artistas y escritores de Francia, Argelia, Italia, Dinamarca, Bélgica, Inglaterra, Escocia, Holanda y Alemania Occidental en la Internacional Situacionista. “En 1975 la difunta” Internacional Situacionista “ya no era más que una leyenda para unos pocos estudiantes de arte y unos cuantos radicales, ésa era la excitación que McLaren estaba buscando: ¿Cuál era la política del aburrimiento” (Marcus, 2003: 64).
2. De la pereza refinada al no hay futuro.
Raoul Vaneigem, una de las piezas claves de la máquina situacionista, escribió en 1988 Elogios a la pereza refinada, como un aullido punk, rechaza la idea capitalista de que la pereza quede presa de la trampa del trabajo “que ella rechaza cantando”. Citando al “analista silvestre” Georg Groddeck , sostiene que, ya éste percibía, que “en el arte de no hacer nada” se encuentra “una conciencia realmente liberada de las múltiples sujeciones que, del nacimiento a la muerte, hacen de la vida una frenética producción de nada”. Para Vaneigem: “el trabajo ha desnaturalizado la pereza. La ha convertido en su puta, al mismo tiempo que el poder patriarcal veía en la mujer el reposo del guerrero. La ha cubierto de sus falsas apariencias, cuando la altivez de las clases sociales explotadoras identifica la actividad laboriosa únicamente con la producción manual” (2000: 42).
Quizás, en algún momento, se descubra que la pereza es más creativa que el trabajo. “La pereza es una nada, asomarse a ella es contemplar un abismo y el abismo, aseguraba Nietzsche, te observa también a ti”. Máquinas deseantes, cuerpos sin órganos, pereza: “es preciso que el cuerpo, del cual constituye uno de los privilegios, se reconquiste como territorio del deseo…” (Vaneigem, 2000: 48).
No hay futuro, no hay futuro, graznan como grafitis con un grano en su voz, casi una década después que los situacionistas…
“Utilizaban el rock’n’roll como un arma contra sí mismo”. Desde el caos emergía un nuevo sonido…

No hay comentarios: