martes, 1 de diciembre de 2015

¿Feminismo de extrema-derecha? "La Batalla de Chile"





en el caso de las
intervenciones de las mujeres, se produjeron movimientos femeninos de
extrema-derecha tanto en las manifestaciones previas al golpe de Estado, como
en los movimientos de protesta contra la detención del dictador en Londres. “El
hilo conductor que reúne” las imágenes “de la actualidad” “lo compone discontinuamente,
la secuencia formada por el trazado agitativo de las protestas de las mujeres
en las calles de Santiago que fueron convocadas por los comandos pinochetistas
para exigir, con furia y estridencia, la liberación del ex dictador. Esos comandos
–en su mayoría compuestos por mujeres- no podían sino hacernos recordar las
marchas del Poder Femenino que luchaban contra la Unidad Popular. No es
indiferente que lo femenino sea el trazo que recorre, sígnicamente, la zona de
colisión entre historia y memoria que vincula el hoy de estas mujeres
pinochetistas en la calle al ayer de
las protestas femeninas contra Salvador Allende. No lo es porque las mujeres
funcionan como el significante privilegiado de la tensión orden/revuelta cuando ‘una crisis amenaza el devenir de un espacio-
tiempo simbólico’ y la legitimidad de sus sistemas, y también cuando se
exacerban las contradicciones de valores entre ‘modernidad y regresión’”
(Richard, 2007: 156).    

31a bienal de arte de são paulo 2014 yeguas del apocalipsis 31









Proyectos
como las intervenciones de las “Yeguas del Apocalipsis”, en la postdictadura
chilena, ponían en entredicho las “gramáticas de la moderación, de la
concertación y de la resignación, que crearon la imagen dilatada de una
temporalidad uniforme y de plazo indefinido, sin urgencias de cambio, ni
fracturas utópicas, sin rupturas de planos ni sobresaltos de secuencias, sin
narratividad ni suspenso” (Richard, 2007: 153). Las dos Fridas desafiaban las
certezas de los códigos, la previsibilidad de la imagen televisiva construida
sobre la imagen sin imaginación ni
tramas, los desposeídos márgenes de una marginalidad que se convertían en
ecuación no-deconstruida. Una narración plana, teleológica, conducía a un final
sabido de la serie o de la información sin montajes diferenciales sino
estereotipados. La familia era el relato central donde se intentaban ocultar 30
años de violencia pública (institucional) y privada (doméstica). La violencia
era el eje estructurador de una sociedad postmoderna y neoliberal, donde el
consumo desafiaba al sentido de lo in-orgánico.