martes, 8 de marzo de 2011

Simulacro y creación: el Otro Fernández Mallo


Fernández Mallo: simulacros, piedras en el charco y extravíos de miradas.
I
Juan Carlos Onetti, desde su sección en el Semanario Marcha de Montevideo, en las primeras décadas del siglo XX, tiraba “piedras” en el “charco” acusando a la literatura uruguaya, de esas décadas, de “provinciana”, “localista”, de carecer de una “visión” cosmopolita.
Sus críticas literarias eran incisivas, deconstructivas (aunque no utilizara esa palabra connotadamente derridiana), interrogativas, dejaban perplejos a lectores que iniciaban el proceso complejo de la lectura de la crítica literaria. Luego éste continuaría en el Río de la Plata, con Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama, Beatriz Sarlo, entre otros/as.
Parece que, en muchos aspectos, seguimos padeciendo en algunos países una visión localista, que implique alejarse del continuo mirarse el “ombligo” e ir más allá, atravesando los límites y las fronteras semióticas de la significación cerrada.
Agustín Fernández Mallo, implícitamente, escribe apedreando charcos. Cruza fronteras y transforma la escritura en un no lugar que atraviesa los sedentarios territorios de la significación.
Su escritura es de aeropuertos, de redes, de aviones, de atonalidades, de disturbios, como, en el caso de los Sex Pistols, es un escupitajo en el rostro inmaculado del lector que no se conmociona. Esa escritura lo conmocionará… Rock and roll.

II
En El hacedor (de Borges), Remake, no actualiza a Borges, como algunos/as ingenuos/as críticos/as han planteado, sino que –como su título lo indica- es un remake, no un pastiche, no un palimpsesto –como reclama el crítico de El Mundo- sino asumir la borgeana experiencia de la escritura- simulacro. En Borges y yo el simulacro es AFM. Jean Baudrillard no inventa el simulacro, sino que tanto los presocráticos, como Lucrecio, o más recientemente, Gilles Deleuze, incitan a la creación simulada de una marca sin representación. Muerte de la representación. Significante sin significado, escritura sin referencialidad. Buenos Aires mirada desde su simulacro, llamado Montevideo, a través del espejo deformante del Río de la Plata.

III
El Remake de El hacedor es un desprendimiento de imágenes que cruzan transversalmente por las páginas de una escritura desligada del libro.
Borges y Onetti no se simpatizaban personalmente, pero en su escritura se producen cruces que tendrán, en el hijo de Onetti, su simulacro más logrado: Jorge Onetti Borges. Jorge escribía constantemente pero publicó un solo libro y se dedicaba a la “corrección”. Un día un periodista le preguntó porque no escribía (confundiendo escritura con publicación) y dijo: “después de Juan Carlos Onetti no habrá otro Onetti que lo supere”, y, la interrogación siguiente: “¿y por qué no firmas con tu segundo apellido”, “porque me transformaría en Jorge Borges”.

IV
La ironía, esa figura que Benjamin destacaba frente a otras (entre ellas la metáfora, con la que no simpatizaba el crítico judío-alemán), desborda las páginas de El hacedor (de Borges).
Abro al azar: “Los Borges
Los Smiths
Los Clash
Los Ramones
Los Beach Boys
Los Sex Pistols…”


La sociedad londinense se alarmaba con los Sex Pistols, para un político conservador, era la demostración de la decadencia inglesa. La alarma se expandía, mientras tanto, Rotten mostraba el espejo “despreciable” de esa sociedad de postguerras. “Todo documento de cultura es un documento de barbarie”, vocifera W. Benjamin.

V
Las fotos muestran rostros y esos rostros nos hablan. Hay diversas fotos de Borges con cara de nostalgia. Ricardo Piglia se imagina que el último lector es Borges ya ciego, leyendo baja la tenue luz de una lámpara. Es el último lector que quedó ciego de tanto leer.
Pensar en Montevideo como un Malibú después del fin del tiempo, o del ‘fin de los tiempos’. Malibú sin sol, sin El Dorado, sin surfers, sin discos ni Beach Boys, es una de las imágenes más borgeanas y onettianas que se han escrito recientemente. Larsen se sentiría atraído por ella. Imagínense que instala su prostíbulo en esa Malibú del fin de los tiempos.
Fede Álvarez se la imagina –y construye su visión sobre esa imaginación- invadida por máquinas extraterrestres (ver las entradas a este blog: http://vsilvaecheto.blogspot.com/2010/09/la-invasion-de-las-maquinas-uruguay.html
http://vsilvaecheto.blogspot.com/2009/12/uruguay-invadida.html)

Pero, también, seguir el recorrido de La Aventura. Es un Borges nostálgico, con su mirada perdida como buscando a alguien. Quizás a la extraviada Anna de la aventura o a Faustine inventada por Morel, y simulada por Bioy.
Esa mirada perdida ya no se encontrará sino que deambulará por las transitadas autopistas o seguirá las huellas que trazan los aviones en el mar reflejado en el cielo.

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