miércoles, 10 de mayo de 2017

A propósito de las Insurgencias Poéticas de Arturo Borra







I

Postdictadura
El discurso de la postdictadura en España no fue asumido en su totalidad. A excepción de algunos/as creadores/as (prefiero hablar de creadores y creadoras en el sentido de Deleuze y Guattari, 1999, más que de poetas), la llegada de un contexto político que transformó “la melancolía” (Benjamin), lo disruptivo, en una historia lineal y progresiva con toques de folclore y luces de neón, fue dejando por el camino las imágenes confusas de décadas de violencia social y política. Así, las ecuaciones arte y política (Richard o arte activista (Mesquita, 2011), proclamada en postdictaduras como las latinoamericanas, fueron dejando paso a ciertas discursividades condescendientes con los poderes de turno. Sí, hay que reconocer, que las manifestaciones callejeras (desde las protestas contra la OTAN, la Guerra de Irak o el punto de inflexión del 15M), si bien implicaron formas de arte activista, en España en muchos casos no cruzaron esa frontera y quedaron  en el activismo, más allá de ciertos grafitis o cartelería del 15 M. Para André Mesquita (2011: 17), el arte activista no significa sólo arte político.
Yo prefiero hablar de poética activista, la que  implica un compromiso directo con las fuerzas de una producción no medida por los mecanismos oficiales de representación. Esta no-mediación también comprende la construcción de ciertos colectivos de intercambio y de compartimientos abiertos a la participación social, que, inevitablemente, entran en confrontación con los diferentes vectores de las fuerzas represivas del capitalismo global y su sistema de relaciones entre gobiernos y corporaciones, la reorganización espacial de las grandes ciudades, el monopolio de los medios de comunicación y del entretenimiento por grupos poderosos, redes de influencia, complejo industrial-militar, órdenes religiosas, instituciones culturales y educacionales.
La poética de Arturo Borra es una poética que privilegia los procesos de trabajo en contra del camino del progreso y su énfasis teórico privilegia lo indisciplinado (Silva Echeto y Browne Sartori, 2007) más que lo multi, inter o transdisciplinario. Mucho más que un objeto de arte tradicional, su poética lanza en sus acciones un vocabulario oriundo de las “ciencias de la guerra” y comparte con el activismo los conceptos de tácticas y estrategias. Para el Che Guevara, para conformar las estrategias hay que analizar los objetivos que serán realizados, en cuanto a las tácticas son los métodos prácticos de realización de los objetivos estratégicos distintos (Guevara, 1961: 14-ss). El disparador, entonces, para analizar la poética de Arturo Borra en la postdictadura española es preguntarse, en consonancia con algunos casos de América Latina –de donde es oriundo-, como fueron conformándose las tácticas y estrategias para la construcción de esa poética de la insurgencia o para ese arte activista. Resuenan, obviamente, en estas preguntas el arte para vivir de las nuevas generaciones de Vaneigem pero, también, la crítica de Benjamin al fascismo y otros teóricos de la revuelta de las imágenes.









II
Oídos, palabras de la incerteza, límites sobrepasados por una hermenéutica que ya no interpreta, ni una fenomenología que ya no encuentra sentido. Sinsentido, no más hermenéutica, sino enclaustramiento que encadena sensaciones, deseos. Escucho OMEGA de Enrique Morente y los Largatija, no hay otra forma de leer el exilio.
Paseo del esquizofrénico más que pasividad del psicótico. La escritura  nos interpela, nos toca, nos susurra, digo nos pero tendría que colocar la paradoja del “nos” “otros”. Hay una espera deconstructiva, un por-venir que no llega sino que es inminente.
El espectro, la fantasmagoría de Beckett a Benjamin o Blanqui, fantasmagoría como imaginación como imágenes incompletas sobre las que no hay una estabilidad significante.
Las sombras “toman” esa casa (Cortázar) la invaden, son espectrales fantasmagorías, somos alienados por esa ocupación de fantasmas sin identidad, por esas imágenes, pantallas, rostros con/sin cuerpo, ¿qué otra cosa sino es la imagen?
Anti-fenomenológo, anarquista de la palabra. Son los cuerpos sin órganos con Mallarmé, Artaud, Van Gogh. Hospicios como no lugares acusados por el dedo de la ley, la locura como liberación o el suicidio como el devenir de la vida.
El apunte desterritorializa la palabra y la sitúa en el desvío del poema (si es que puede llamarse poema), búsqueda de ese exterior desaparecido, en el movimiento nómada, en la antropofagia (más que en el canibalismo) que devora los signos, que muestra la oreja cortada como signo de escucha.
Resistencia contra todos los significados (“significa que hay que estar contra todos los significados”), alarde punk o en clave de rock and roll sobre la autoridad, la seguridad, el encerrarse en signos, por ello, el grito asignificante, el pensar sin estado o contra el estado. Don, intercambio, comunidad como falta de comunidad, lo común como espacio sin completar.
Hay una imagen que me viene siguiendo hace mucho tiempo. Gilles Deleuze no puede respirar “libremente” y decide el acto más humano si lo hay: se tira por una ventana, el suicidio lo libera de la vida. Hoy podríamos muchos practicar este gesto “metafóricamente”, en momentos en que no podemos respirar, los gases lacrimógenos, la represión, la falta de eso que nos falta. Arturo Borra no es un poeta encasillable, no se puede encuadrar ni definir, no entra “en la teoría de los campos”.



III 
Figuras de la asfixia su poemario escrito en los 10 años que van desde 2001 a 2011 es un alegato por esa respiración que nos falta. La asfixia política-poética es la falta de “aire”, la última salida –si-es - que-hay- salida. Fascismo de intensidad variable como prefiere catalogar el fascismo de baja intensidad planteado por Antonio Méndez es el que cruza por una historia atravesada por esa im-posible respiración, por esa falta de aire. Lo leería “saltando por una ventana”, gesto humano que permite el devenir de la vida: el suicidio.
“Hay salida” dice el poeta al final-principio de la utopía. Este no lugar al que conduce la práctica libertaria, el ejercicio de la escritura como “liberación”, como respiración. Reitero: léanlo saltando, metafóricamente, por su venta más cercana.
Es el oasis de Primado entre tanta necedad e hipocresía. Su poética es toda geografía. La geografía en América Latina es humanidad y la humanidad geografía. Es un límite, una geografía como grafía, como escritura.
Geografía del hambre se llamó a la América Latina descolonizada (Solanas-Getino), do fome escribía en grafía portugueso-brasileño Glaubert Rocha (Roya… dicen los brasileños acercándose a la tana pronunciación rioplatense). Falta la geografía del miedo, de la memoria, del amor, del amor por el tiempo… Pero allí está Arturo… Calla y mira como pidiéndole tiempo al tiempo.





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